MADRUGADA DE ALMAS
Se fue aproximando hacia él, sin prisa, sin relojes, en silencio. La cama invitaba a algo más que un descanso. Expectante, intentando adivinar por dónde llegaba esa aproximación; oliendo su perfume, su #sexo, la esperaba sentado en la cama. Los ojos vendados, ciegos a todo lo que no fuera un roce de sus labios en cualquier parte de su cuerpo. Prohibido usar las manos. Eran reglas del juego; impuestas por ella, naturalmente. Y él dejándose llevar, abandonándose a su olfato, su oído, su gusto. Aprendiéndola en cada aroma, cada susurro, cada beso. Ella ciega, como él, con los ojos vendados voluntariamente para respetar las reglas que ella misma ha impuesto, antes de romperlas a placer y sin que él pueda hacer nada para impedirlo. Ella está cerca, la siente recorrer a gatas la cama para acercarse a su cuello con la boca entreabierta, #caliente. Cuando su aliento se detiene junto a su oído y le susurra, su cuerpo sufre una sacudida y su miembro reacciona endureciéndose un poco.