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Mostrando entradas de julio, 2013

DE TAXIS Y ESQUIZOFRENIAS

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  Su historia no tiene nada de particular. Conduce un taxi en Madrid desde hace años. Menudo, moreno, cejas pobladas, ojos vivarachos con ramalazos de melancolía; es de los que hablan mirándote a la cara por el retrovisor sin perder ripio en el infernal tráfico de Madrid. La voz no le acompaña, más propia de metro noventa que de metro setenta que es lo que tiene en realidad.    Se ofrece raudo a coger la pequeña maleta que llevo para un finde (no sin mi neceser de chapa y pintura), y me dejo hacer porque el tipejo me ha caído bien. Hasta Atocha, 10 o 15 minutos máximo (pesadita estoy últimamente midiendo el tiempo, oñe; me lo haré mirar). Enfilamos la calle Alcalá dirección Manuel Becerra. Operarios trabajando en el carril bus reponiendo los bolardos de separación que alguien, durante la noche, se ha llevado por delante. O al menos eso dice mi taxista, después de que yo haya criticado a la Empresa Municipal de Transportes de Madrid (EMT) por ponerse con las puñeteras reparacione

LA ENFERMEDAD COMO CAMINO

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"La enfermedad como camino" es un pequeño librito, escrito por los doctores alemanes Thorwald Dethlefsen y Rüdiger Dahlke, que descubrí hace muchos años y que recomiendo a todo el mundo encarecidamente. Es un libro, de los clasificados como de autoayuda, que intenta explicar las enfermedades, o mejor dicho, sus causas. Estos doctores son de la opinión de que la enfermedad, sea del tipo que sea, es un método de enseñanza para el ser humano y que intentar aprender de ella nos hace ser mejores y a su vez previene la aparición de otras nuevas. En este libro, los accidentes son considerados como 'enfermedades', lógicamente.    Así es que una vez instalada en el sofá, con una flamante escayola (Léase EL QUINTO METATARSIANO), y con mi 'santo' dando vueltas como una peonza sin saber qué hacer para sentirme más cómoda, consulté el librito en cuestión por si se mencionaba algo sobre fracturarse un hueso. Y encontré lo siguiente, y cito textualmente: "...Toda

EL QUINTO METATARSIANO

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Romperse un hueso es una putada. En primer lugar, porque es algo fortuito, que no esperas, te pilla de improviso, sin avisarte y, normalmente, en el momento más inoportuno; se te queda un careto que ni les cuento; sí, efectivamente, como cuando te mandan los recibos del agua con lecturas estimadas y un día te mandan la real y entonces, jurando en arameo, te acuerdas del grifo abierto mientras te lavabas los dientes, de Isabel II y toa su casta, y de su puto Canal. Algo así; más o menos.      Es una putada también porque el dolor que sientes en ese momento es tan intenso que no hace falta haber estudiado Medicina y prepararte un MIR para saber que el hueso está roto y que en ese instante estás jodido pero bien. Al dolor se une ese ruido seco 'crashhhh...', como cuando coges un puñado de espaguetis y los partes por la mitad porque no te caben en la olla. Pues al dolor, además, se añade la grima. Un grimazo que te rilas; empiezas a sentir un sudor frío que te baña de arriba